Explorando el más allá (parte 8)


Las almas gemelas


Se le llama alma gemela a la persona con la que comparte una afinidad profunda y natural en el campo afectivo, amistoso, amoroso, sexual o espiritual. Este concepto da a entender que ambas personas son las mitades de una alma y que éstas deben encontrarse... lo cual, si bien es muy emotivo, solo está basado en meras especulaciones surgidas de anomalías presentadas en algunos casos de reencarnación en los cuales se solapan por pocos meses las fechas de fallecimiento y concepción del individuo reencarnado.

No existe ninguna prueba de gran firmeza sobre que un alma pueda dividirse y vivir existencias paralelas durante años (de ser así habría individuos que compartirían similares recuerdos de vidas pasadas y no hay casos registrados de ese tipo). La única especulación existente surge solo de casos de sincronicidad en los cuales muchos eventos de las vidas de dos personas separadas parecen coincidir.

Por lo tanto lo más conveniente, para evitar confusiones y falsos razonamientos, es utilizar un término también muy difundido y que abarca más precisamente a un amplio rango de relaciones, se trata del concepto de las almas afines.

¿Que son las almas afines?

Las almas afines son almas que han compartido múltiples experiencias juntas y forman un grupo que encarna tomando distintos roles, dentro de ese grupo, se forman afinidades entre las almas, formando vínculos que sobreviven mas allá de las vidas que elijan, y cuando encarnan, esas almas se acaban encontrando para compartir la vida juntas

Esas afinidades despiertan en cuanto esas almas entran en contacto, la sensación de conocerse desde siempre, la comunicación no verbal o la necesidad imperiosa de estar junto a ese ser a pesar de no tener ningún vinculo sanguíneo o relación previa.

Siempre que existen fuertes sentimientos el destino tiende a acercar a las almas...

Cabe aclarar que: la atracción que ejerce el destino entre las almas no solo se aplica a sentimientos positivos (almas afines), también se aplica a sentimientos negativos, haciendo que las almas que tienen deudas pendientes de otras vidas vuelvan a encontrarse para saldarlas (la manera directa es la más eficiente y rápida para equilibrar el karma).

Los grupos de almas

La gente parece entrar en la vida en grupo, basado en el karma compartido y apegos emocionales. Las parejas a menudo vuelven a juntarse y las unidades de toda una familia pueden repetirse. Cuando un individuo reencarna, otros miembros del grupo kármico de esa persona estarán presentes. La identificación de los miembros del grupo kármico de la persona es otro criterio útil para establecer uniones en vidas pasadas.

Ian Stevenson hizo un estudio muy importante en gemelos en el que las vidas pasadas de 31 pares de gemelos fueron validadas. En el 100 por ciento de estos casos, los gemelos tuvieron relaciones significativas de vidas pasadas. La relación mas común en vidas pasadas es la de los hermanos, seguida por las amistades, luego, de ser esposos en la encarnación anterior. El estudio de los gemelos de Stevenson representa una evidencia sólida de que las almas planean vidas para volver a reunirse con sus seres queridos a través de la reencarnación.

¿Cómo nos conectamos con nuestros grupos kármicos?

La respuesta, es el destino. En el análisis de los casos de vidas pasadas, se observa que tenemos un destino predeterminado o itinerario de vida que nos lleva a las personas con las que se supone que debemos pasar el tiempo.
Para entender mejor cómo funciona el destino, vamos a usar la analogía de un viaje. Piense que su vida es como unas largas vacaciones que planea por adelantado. Usted decide a quién quiere y necesita ver, adónde quiere ir, y en qué actividades le gustaría participar. Usted coordina su itinerario con las personas con las que van a encontrarse. Usted, sus amigos y seres queridos kármicos todos están de acuerdo con el plan antes de nacer. Una vez que usted entra en la vida, el destino le asegura reunirse con su grupo kármico de almas.

Eventos destinados y las relaciones pueden ser considerados como si fueran orquestados por el alma o facilitados por los guías espirituales (almas que colaboran con nosotros desde el más allá).

Los ajustes para las afiliaciones kármicas pueden ser nuestras familias, la vida laboral y actividades recreativas. Estas opciones son las etapas en que jugamos a los dramas kármicos de nuestras vidas. Esto arroja una nueva luz sobre la frase de Shakespeare: "Todo en la vida no es más que un escenario."

Nos reunimos con diferentes grupos kármicos en diferentes puntos de la vida. Cuando tenemos la necesidad de tener un nuevo trabajo, viajar a una nueva ciudad, o tomar una nueva búsqueda de actividades recreativas, muchas veces se trata de una parte de nuestro destino que está expresándose. Nuevos lugares nos llevan a los grupos kármicos con los que necesitamos estar.

¿Que sucede entonces con el libre albedrío?

A pesar de que todos tenemos un itinerario previamente determinado y que estamos comprometidos a cumplir (propósitos existenciales), tenemos el libre albedrío en lo que hacemos a lo largo del camino.

De hecho, el crecimiento y la evolución humana no podrían ocurrir sin el libre albedrío. Algunas personas pueden tener un itinerario más estructurado que limita los caminos que pudieran tomar, mientras que otras pueden tener un plan de juego menos estructurado. De cualquier manera, tenemos el libre albedrío a lo largo de nuestros destinos.

A continuación les presento uno de los más interesantes casos registrados de reencarnación, donde se resume todo lo expuesto hasta aquí:
El sorprendente caso de las gemelas Pollock
El doctor, profesor universitario y psiquiatra canadiense Ian Stevenson, quien investigó durante más de 40 años cerca de tres mil casos de niños que presentaban recuerdos sobre vidas pasadas, describió en su libro “European Cases of the Reincarnation Type” (“Casos sobre reencarnación en Europa”), uno de los casos más intrigantes sobre el fenómeno de la reencarnación: el caso de las gemelas Pollock.
Según relató Stevenson en su libro, el domingo 5 de mayo de 1957, en la localidad de Whitley-Bay, Reino Unido, a orillas del Mar del Norte, el matrimonio conformado por John y Florencia Pollock salió de su casa para acudir como todos los domingos para celebrar la misa del mediodía en la iglesia del pueblo. Iban acompañados por sus dos pequeñas hijas, Joanna y Jacqueline Pollock, de 11 y 6 años. Sin embargo, antes de llegar a la iglesia, se desencadenó la tragedia. Las niñas, adelantándose a sus padres para asegurarse un lugar en la iglesia, al doblar una esquina y cruzar una calle, se encontraron de frente con un vehículo que las atropelló, matándolas instantáneamente.

Un año después del fatal accidente, y refrendando ese viejo aforismo cristiano que afirma que “Dios da, y Dios quita”, los Pollock fueron nuevamente padres. En esta ocasión, de dos gemelas, Gillian y Jennifer, que nacieron el 4 de octubre de 1958 con 10 minutos de diferencia. Sin embargo, después que las niñas cumplieron tres años y comenzaran a modular sus primeras palabras, sus progenitores notaron que algo extraño sucedía: las gemelas eran capaces de recordar eventos pasados de la vida de sus dos hermanas fallecidas en 1957.

En efecto, Gillian y Jennifer parecían conocer a la perfección cada rincón de su casa y a los mismos habitantes del pueblo. Sus hábitos y costumbres eran idénticos a los de sus hermanas e, incluso, hablaban del mismo modo. Aunque eran gemelas, una aparentaba ser más grande y protegía a la otra, que aceptaba el rol de hermana más pequeña. Mientras que Gillian recordaba la vida de su hermana Joanna, fallecida a los once años, Jennifer recordaba la de Jacqueline, de seis. En una oportunidad, las niñas encontraron en un desván las muñecas con las que solían jugar sus fallecidas hermanas y no sólo sabían a quien pertenecía cada cual, sino que también conocían los mismos nombres que éstas les habían dado.

Para hacer aún más sorprendente la situación, las niñas también tenían marcas en el cuerpo que coincidían con las de sus dos hermanas muertas. Jennifer tenía unas pequeñas marcas en la nariz, casualmente en el mismo lugar en que la difunta Jacqueline había sufrido tres puntos de sutura, tras golpearse en el rostro cuando tenía tres años. Gillian, en tanto, tenía un lunar en el costado izquierdo de la cintura, la misma marca que tenía su fallecida hermana Joanna.

En una ocasión, sus padres, sorprendidos por todos estos hechos, las oyeron hablar sobre el fatal accidente que les había costado la vida a Joanna y Jacqueline ese infausto 5 de mayo de 1957, describiendo sensaciones como el recuerdo de la sangre brotando desde su narices y bocas. “No quiero que me vuelva a pasar. Fue horrible, mis manos estaban llenas de sangre, igual que mi nariz y mi boca. No podía respirar”, dijo Jennifer, a lo que su hermana Gillian replicó: “No me lo recuerdes, parecías un monstruo y algo rojo salió de tu cabeza”. Las niñas, además, demostraban tener una fobia absoluta a los vehículos. Cuando veían pasar alguno en la calle, se abrazaban instintivamente a sus padres buscando protección.

Sin embargo, después que las niñas cumplieran cinco años, la misma edad en la que los científicos coinciden en señalar como uno de los umbrales para recordar vidas pasadas de manera clara y espontánea (aunque se dice que los niños pueden recordar, se manera natural, hechos de su vidas pasadas hasta los siete años), Jennifer y Gillian Pollock dejaron de experimentar estos extraños comportamientos y comenzaron a vivir una infancia totalmente normal.

Cuarto Milenio - extracto del episodio nº496

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